Mi blog...

Por fin me he decidido a crear mi propio blog. Fue un paso difícil, principalmente por razones de tiempo pero ya estoy en la red. La finalidad de este espacio es compartir mis escritos y hacer comentarios respecto de lo que quiero expresar.

Estimados Navegantes, espero disfruten la visita por "mi esquina literaria" que también tiene otros temas que pueden ser de su interés. Mis saludos.


viernes, 5 de febrero de 2010

La pared blanca

Se aleja del muro y observa con detención. Los trazos son extraños, casi no logra distinguir el mensaje. Acaricia la textura de la pared lentamente, buscando con la mirada las huellas digitales del creador. No hay nada, definitivamente tendrá que volver a pintar la muralla.
Se agacha a recoger el líquido que compró en la ferretería del barrio y lo esparce con rabia sobre las letras del grafiti. Mira de un lado a otro en caso los artistas volviesen al sitio del suceso. Sin embargo, no regresan.
- ¿Qué pasó, vecino? - escucha luego de un momento.
- Lo mismo de siempre, me volvieron a dejar la cagá en la muralla - responde sin levantar la vista.
- Pucha vecino, qué lata, estos chiquillos de porquería nunca van a aprender.
- Estoy hasta la coronilla de hacer esto todos los fines de semana… ¿qué se creen? ¿artistas? ¡Son puros garabatos!
- Sí, estos cabros son puros vagos.
- Yo me pregunto, vecino ¿quiénes son los padres de estos mal nacidos?, ¿cómo no ponen atención en las tonteras que hacen sus hijos?
- No lo sé, vecino, pero me gustaría que a ellos les pasara lo mismo que a nosotros.
- Estoy choreado, vivo comprando pintura y arreglando el numerito que se mandan.
- Pucha vecino a Ud. le hace falta una cámara, así los tendría plenamente identificados y luego podría enfrentar a los pasteles de padres que se gastan estos cabros de miéchica.
- La pura verdad, creo que voy a tener que poner una de esas que dice Ud. no más, no me queda otra opción - se detiene unos segundos y observa la magnitud de la escritura. - Uta, de seguro no termino hoy día.
- Ya po’, le ayudo entonces, dígame por dónde parto - ofrece el hombre acercándose al líquido en el suelo.
- Tome el trapito blanco y empiece a esparcir el diluyente desde allá. Después le pasamos una mano de pintura y veamos cuánto me dura.
Ambos no descansan en su labor. Mueven los brazos con fuerza para erradicar la pintura cual exterminadores de plagas. Los colores salen de su forma original y comienzan a desaparecer. El trabajo en equipo va rindiendo frutos, conforme pasan las horas.
- Oiga vecino, ¿y qué es del Pablito? - pregunta el dueño de la muralla.
- Ahí está mi chiquillo, estudiando arte en la universidad. Si me tienen que poner babero cada vez que hablo de él. Estoy tan orgulloso, es un cabro súper responsable. ¿Y qué es de su hija?
- La María está regio, estudiando periodismo en la universidad. A ella le va a ir muy bien. El otro día nos contó que tiene un pololo pero que no quiere traerlo a la casa todavía porque no está segura que sea oficial. Yo le digo que sí, que lo traiga no más porque me preocupa no conocer al pastel con el que anda.
Ambos ríen sin dejar de trabajar. Después se dedican a pasar la mano de pintura blanca sobre el muro. Al finalizar, ambos hombres se dan golpecitos en la espalda, satisfechos del resultado.
- Oiga vecino, ¿y supo lo que hace el pololo de su hija?
- Sí, dijo que estudiaba arte.
- ¡Igual que mi Pablito!
- Ah, cierto. - los dos ríen - ya vecino, venga a tomarse una chela conmigo. Es lo menos que puedo hacer después de haberme ayudado con la muralla.
- No faltaba más, de allá somos.
Recogen el líquido del suelo y entran a la casa.
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Es de noche y una pareja de jóvenes camina tomados de la mano. Se miran cada tres pasos y cada cinco se besan. El susurra algo en su oído y ella le mira con ternura. De pronto él saca unos frascos de spray desde su mochila. Observa encantado el lienzo blanco disponible para lo que ya está en su mente. Traza letras y esparce colores con entusiasmo, ella le observa encantada. El joven se esmera reforzando con más colores y ella bate palmas de felicidad. Se acercan y se vuelven a besar. Al llegar a la puerta de entrada, se separan. El joven ingresa a la casa del lado. En la pared blanca recién pintada queda un grafiti que declara: “María te amo. Pablo”.
FIN

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