Mi blog...

Por fin me he decidido a crear mi propio blog. Fue un paso difícil, principalmente por razones de tiempo pero ya estoy en la red. La finalidad de este espacio es compartir mis escritos y hacer comentarios respecto de lo que quiero expresar.

Estimados Navegantes, espero disfruten la visita por "mi esquina literaria" que también tiene otros temas que pueden ser de su interés. Mis saludos.


sábado, 17 de septiembre de 2011

El sueño

Leila trabajaba en su escritorio mientras la gente pasaba por las filas de las cajas. De vez en cuando levantaba la vista y los miraba pero no los veía realmente. Con paciencia hacía girar su lápiz sobre el papel y marcaba borrones una y otra vez sobre el mismo, sin poder avanzar más de cuatro líneas. De pronto la frustración le afectaba y volvía a arrugar la hoja tirándola finalmente al papelero. Suspiraba y veía que la gente seguía pasando.

De pronto una persona llamó su atención. Un hombre de terno, corbata y una carpeta de cuero se encontraba en la fila. Lo miró por unos segundos y se dijo que le parecía conocerlo, pero no tenía claro de dónde. Bajó la mirada y siguió trabajando en su documento.

-Buenas tardes – saludó una voz masculina.

Leila levantó la vista y vio al hombre que recién había estado observando.

-Buenas tardes – saludó ella.

-Quería saber si puedo hacerle una pregunta.

-Claro – dijo ella.

-¿Le conozco de algún lado?

Leila sonrió y movió la cabeza negativamente.

–No lo creo – dijo

-Perdone que insista, pero yo creo que la conozco y no recuerdo de dónde.

Leila movió la cabeza negativamente y volvió a su trabajo. El hombre de terno no se había movido. Seguía de pie frente a ella.

-Disculpe, si no va a preguntar sobre cómo conseguir un crédito hipotecario, le pido me deje seguir trabajando – dijo amablemente ella.

-Lo siento, pero de verdad que no sé de dónde la conozco.

Leila empezaba a perder la paciencia.

-Señor, ya le dije que no lo conozco, por favor, vuelva a la fila de las cajas y déjeme continuar con mi trabajo.

El hombre se sorprendió, dio media vuelta y salió rápidamente del cubículo de Leila. Ella estaba algo exasperada, sin embargo, tenía mucha curiosidad de saber por qué ella creía haberlo visto antes también.

Esa noche se quedó pensando en la situación vivida en su trabajo. De pronto el cansancio le ganó y se durmió.

El cielo era oscuro, el camino no se veía claramente, el viento era agradable en su rostro. Ella se deslizaba y casi no sentía el contacto de sus pies en el suelo. Sentía que flotaba y de esa niebla blanca que envolvía el terreno que no podía definir, aparecía un hombre que la encantaba, que la acogía y la hacía sentirse feliz, completa, sin miedos, sin dudas.

De pronto lo miró y vio al tipo del terno y se asustó.

Entonces él le reclamaba que no lo hubiese conocido, que no se hubiera dado cuenta de quién era él y le hubiese tratado con displicencia.

Se despertó sobresaltada y se dio cuenta de dónde conocía a ese hombre.

A la mañana siguiente, Leila trabajaba en un reporte en el computador. De pronto levantó la vista y vio entre el público al tipo del terno. Lo miró de reojo y se dijo que debía disculparse con él.

Se acercó a la fila en la que se encontraba él y le hizo un gesto de que la siguiera. El hombre la miró con desdén y no quiso hacerle caso. Ella se sintió herida y prefirió volver a su puesto.

-Habrase visto, que mal educado este tipo – se dijo.

Esa noche se durmió con mucha rabia en su corazón. De pronto el camino se perdió, salió la niebla blanca, no veía sus pies mientras caminaba y se sentía flotando. Sintió una mano que tomaba la suya fuerte y ella presionó aún más ese contacto. Giró su rostro y lo vio nuevamente. Sus ojos eran claros, bellos y brillantes. Su sonrisa era apacible y sintió deseos de besarlo.

Cuando parecía que iba a hacerlo, ella soltó su mano abruptamente y comenzó a reclamarle que no era posible que hubiese sido así de descortés con ella en el banco, que lo único que quería era comentarle que sí le creía que se conocían pero que no le dio oportunidad de hablarlo. El hombre se disculpó diciendo que él también se había sentido herido por la situación vivida anteriormente. Ella preguntó su nombre pero él no contestó. Amorosamente tomó su mano, acarició su cabello, le miró unos segundos con sus bellos ojos y la besó.

Volvió a despertarse sobresaltada y con el corazón latiendo rabiosamente.

Leila seguía ocupada en sus labores habituales en su cubículo. De pronto levantó la vista y vio en la fila al mismo hombre del terno. Se veía atractivo y volvió a sentir deseos de besarlo. Bajó la cabeza y siguió en su papeleo. En su mente vagaban miles de preguntas: “¿y si él fuera el hombre de mi vida? ¿y si realmente me estoy perdiendo de conocerlo en esta vida? ¿y si nunca más vuelve a aparecer? ¿y por qué todo sucede en los sueños y no acá? Quiero que suceda, quiero que suceda”. Levantó la vista y él ya no estaba. Dio un salto y salió corriendo de su cubículo. La gente del banco la miró con curiosidad. Fue pasando por las filas y buscando con desesperación al hombre del terno, pero no lo encontraba. Corrió de un lado a otro, pero ni pista de él. Miró la puerta de salida y ahí le encontró.

Ella se detuvo a mitad del camino y lo observó en silencio. El hombre estaba de pie y su pecho se movía con notoria rapidez. La respiración de ambos era entrecortada.

Leila sentía que no podía moverse, que de la nada aparecía esa niebla blanca que cubría totalmente el camino entre ellos. El seguía de pie mirándola desde la puerta. “Es ahora o nunca”, se dijo ella y corrió hacia él. Amorosamente tomó su mano, acarició su cabello, le miró unos segundos con sus bellos ojos y lo besó.

-Leila, me llamo Teo – respondió él tiernamente.

FIN