Mi blog...

Por fin me he decidido a crear mi propio blog. Fue un paso difícil, principalmente por razones de tiempo pero ya estoy en la red. La finalidad de este espacio es compartir mis escritos y hacer comentarios respecto de lo que quiero expresar.

Estimados Navegantes, espero disfruten la visita por "mi esquina literaria" que también tiene otros temas que pueden ser de su interés. Mis saludos.


miércoles, 29 de junio de 2011

Plena armonía

Es bien bonito y a mí me gusta despertar en la mañana y sentir como se despereza cada músculo de mi cuerpo. Levantar los brazos y estirarme con fuerza, reencontrándome conmigo mismo y sentir que estoy comenzando un nuevo día. Abrir mi boca para bostezar, juntar mis manos en el centro del pecho y agradecer la bendición de poder respirar y tener la posibilidad de enmendar lo que sea que no haya podido solucionar el día anterior. Dejar la suavidad de las sábanas poco a poco, mientras me incorporo de forma consciente.



Sentir la emoción del primer sonido llegando a mis oídos y enamorarme otra vez de la luz del sol sobre mi cabeza cuando me asomo por la ventana. Experimentar la caída del agua desde la ducha sobre mi cuerpo hasta adaptarme a su temperatura. Vestirme con lentitud y prolijidad, buscando no apurar el proceso, observando la sincronía de cada movimiento. Caminar hacia el living y sobre mi mat comenzar a realizar mi sadhana matinal, enfocándome en mi respiración en cada ejercicio y buscando conectarme con mi ser interior. Luego meditar y prepararme para el nuevo día.


Es que es muy bonito y realmente me gusta caminar descalzo por los pasillos de mi casa, sintiendo la libertad que otorga el contacto de mi piel con el suelo, percibir esa vibración fría pero llena de vida que me llega en cada paso que doy hacia la cocina. Sentarme frente al gran ventanal por unos minutos y ver cómo otros ya comenzaron también su día. Beber mi té con leche, consumir mi plato de cereales y comer un par de frutas... sentir como mi cuerpo lo agradece y cómo se llena de energía.



Levantar mi bolso y llenarlo con mis herramientas de trabajo, mis cuadernos, libros, lápices y todo lo necesario para llevar a cabo mi función de enseñanza diaria. Abrigarme con cuidado para proteger mi cuerpo del frío matinal. Tomar mi reloj y ver la hora para luego darme cuenta que voy a tiempo.

Salir de casa temprano, no atrasarme para llegar bien a mi destino y caminar observándolo todo, la naturaleza bella que me rodea, los sonidos que me envuelven, la luz que me acaricia, el viento que me roza, los autos que pasan maquinalmente por el sendero a recorrer y las personas de miradas fijas que avanzan con apuro y casi sin pestañear.


Es que es muy bonito y a mí me gusta cerrar mis ojos por unos segundos mientras camino y permitir que mis otros sentidos me guíen. Es la sensación de estar en conexión con el entorno, no sentir temor frente a lo que pueda pasar, si no confiar y permitir que el corazón me lleve.

Es bien bonito y a mí me gusta vivir y palpar que estoy en sintonía con el universo, que fluyo en cada expresión de mi rostro y en cada lugar que visito, verme en los ojos de cada alumno al que enseño y sentir que mi servicio es plena armonía.




FIN

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Con cariño para el dueño de esta frase: "es bien bonito y a mí me gusta..."
Bendiciones!!!

domingo, 5 de junio de 2011

Pipa la paga

Pipa escribía con suma rapidez en su computador esa mañana. Suspiraba y fruncía el ceño cada vez que incurría en un error en la planilla. Sobre su escritorio había un cuadro con una fotografía de una familia numerosa y sonriente. Al otro extremo del mueble, sobre una carpeta reposaban unos pasajes de avión, los que miraba de vez en cuando y sonreía. “Ya falta poco”, se decía y continuaba trabajando en el documento. El teléfono sonaba de manera insistente pero no deseaba contestarlo, aún cuando veía claramente quien la llamaba en el visor. Sus ojos iban y venían por la pantalla del computador, danzando de izquierda a derecha como una máquina. Por fin el teléfono había dejado de sonar y continuó con su tarea, sintiéndose cada vez más ansiosa.


Al rato se escucharon unos golpecitos en la puerta de su oficina y ella gritó que pasaran. Entró en la habitación una mujer de baja estatura y rostro amable con una carpeta, la que dejó sobre la bandeja de entrada del escritorio. Pipa levantó una ceja con expresión inquisidora.


-¿Qué es eso? – preguntó en tono chillón.

-Es el informe del contralor, Sra. Josefa – respondió con calma la mujer.

-Dime Pipa, Lucía, te he dicho hasta el cansancio que me revienta que me digas Sra. Josefa. Dime Pipa.

-Lo siento Sra. Josefa, perdón… Sra. Pipa.


Pipa la miró de pies a cabeza con expresión irritada y luego agregó:


-¿Y acaso no sabe el contralor que me voy de vacaciones hoy? Este viejo huevón de Gustavo Arredondo siempre hace lo mismo.


Lucía no se movió ni dijo nada, parecía incómoda con lo que acababa de escuchar. Luego de unos segundos agregó:


-Sra. Pipa, el contralor me entregó eso y dijo que por favor revisara ese informe y le dijera si estaba correcto.

-¿Y por qué este viejo huevón no molesta a otra mejor? ¿por qué me tiene que huevear justo a mí? No entiendo, si una está para la patada y el combo en esta oficina.


Lucía seguía con su expresión impávida pero incómoda.


-Dile a ese viejo desgraciado que no me encontraste, que ya me había ido, porque no pienso atrasarme más. Qué atroz, yo no puedo tener vida en esta empresa, todo me lo piden a mí, todo yo, como si no hubiese más gente a quién molestar. ¡Nadie puede!


Lucía permanecía en su lugar en silencio.


-Pero ya me falta poco con esta planilla maldita y una vez lista, tomo mis cosas y me voy.


Lucía seguía ahí. Pipa parecía ya no verla.


-Sra. Pipa, tengo que pedirle algo – dijo por fin.


Pipa se detuvo en seco y con toda la piel erizada le dirigió una mirada llena de ira.


-Dime Lucía, ¿qué es eso que tienes que decirme y que no puede esperar?

-Tengo que ir al doctor hoy y no pude conseguirme una hora más tarde. ¿Puedo retirarme a las 5?


Pipa respiró profundo, cerró los ojos y volvió a respirar más profundo. Los abrió y miró a la mujer con desdén.


-Lucía, si te vas a las 5 hoy, mañana te quedas más tarde porque no puedo permitir hacer diferencias contigo, o sea, si le doy permiso a todo el mundo, imagínate. Así que ya, como no voy a estar puedes irte y para la próxima pide una hora más temprano, si no, vas otro día. Mañana te quedas hasta las 9 entonces.


Lucía abrió sus ojos con expresión de sorpresa y estuvo a punto de decir algo.


-¿Qué? ¿Tienes algún problema con eso? Es tiempo que le estás quitando a la empresa, ¡así que no me vengas con que no puedes! O sea, ¡es lo mínimo que puedes hacer! ¿o prefieres que te lo descuente de tu sueldo?– Pipa seguía subiendo el tono de voz y lo agudizaba cada vez más.


Lucía no entendía por qué Pipa le hablaba de ese modo.


-Sra. Pipa, no entiendo, ¿debo pedirle autorización directamente al contralor entonces? – preguntó confundida.


Pipa sintió que le hervía la sangre, ¿qué parte de todo lo que ella había dicho a Lucía no le había entendido?


-Lucía, ¿me estás amenazando? ¡no me amenaces! ¿por qué me amenazas? ¡no me amenaces! ¿quién te crees tú? – cada vez más agudo, cada vez más descontrolado, cada vez más molesta.


La mujer de rostro amable no entendía la ira de Pipa. Seguía sin moverse de su lugar pero ya sus ojos estaban brillosos, al borde del llanto. Los gritos de su superior herían sus oídos y por sobre todo su dignidad.


De pronto entró a la oficina un hombre con expresión grave.


-¡Pipa! ¿qué son esos gritos?

-Gustavo, qué bueno que apareciste. Lucía me faltó el respeto y creo que debes ponerla en su lugar.


Lucía abrió la boca pero no pudo articular palabra. Ya no daba crédito a sus oídos.


-Me amenazó Gustavo, ¿puedes creerlo? ¡Qué atroz! ¡nadie puede! ¡valor!

-¡Pipa! – la interrumpió el hombre – ¡escuché todo!

-¿A qué te refieres?

-Me refiero a todo, Pipa… no me contestaste el teléfono y bajé a verte, la puerta de tu oficina estaba abierta… y te escuché.


Pipa se puso blanca, le temblaba todo el cuerpo. Gustavo se acercó al escritorio de Pipa y dijo en tono sarcástico:


-Así que “este viejo huevón de Gustavo Arredondo siempre hace lo mismo”, no?


Pipa miró a Lucía y ésta dibujó una leve sonrisa casi de triunfo. Entonces tuvo la certeza que ella había dejado la puerta abierta a propósito.

FIN