Mi blog...

Por fin me he decidido a crear mi propio blog. Fue un paso difícil, principalmente por razones de tiempo pero ya estoy en la red. La finalidad de este espacio es compartir mis escritos y hacer comentarios respecto de lo que quiero expresar.

Estimados Navegantes, espero disfruten la visita por "mi esquina literaria" que también tiene otros temas que pueden ser de su interés. Mis saludos.


domingo, 5 de junio de 2011

Pipa la paga

Pipa escribía con suma rapidez en su computador esa mañana. Suspiraba y fruncía el ceño cada vez que incurría en un error en la planilla. Sobre su escritorio había un cuadro con una fotografía de una familia numerosa y sonriente. Al otro extremo del mueble, sobre una carpeta reposaban unos pasajes de avión, los que miraba de vez en cuando y sonreía. “Ya falta poco”, se decía y continuaba trabajando en el documento. El teléfono sonaba de manera insistente pero no deseaba contestarlo, aún cuando veía claramente quien la llamaba en el visor. Sus ojos iban y venían por la pantalla del computador, danzando de izquierda a derecha como una máquina. Por fin el teléfono había dejado de sonar y continuó con su tarea, sintiéndose cada vez más ansiosa.


Al rato se escucharon unos golpecitos en la puerta de su oficina y ella gritó que pasaran. Entró en la habitación una mujer de baja estatura y rostro amable con una carpeta, la que dejó sobre la bandeja de entrada del escritorio. Pipa levantó una ceja con expresión inquisidora.


-¿Qué es eso? – preguntó en tono chillón.

-Es el informe del contralor, Sra. Josefa – respondió con calma la mujer.

-Dime Pipa, Lucía, te he dicho hasta el cansancio que me revienta que me digas Sra. Josefa. Dime Pipa.

-Lo siento Sra. Josefa, perdón… Sra. Pipa.


Pipa la miró de pies a cabeza con expresión irritada y luego agregó:


-¿Y acaso no sabe el contralor que me voy de vacaciones hoy? Este viejo huevón de Gustavo Arredondo siempre hace lo mismo.


Lucía no se movió ni dijo nada, parecía incómoda con lo que acababa de escuchar. Luego de unos segundos agregó:


-Sra. Pipa, el contralor me entregó eso y dijo que por favor revisara ese informe y le dijera si estaba correcto.

-¿Y por qué este viejo huevón no molesta a otra mejor? ¿por qué me tiene que huevear justo a mí? No entiendo, si una está para la patada y el combo en esta oficina.


Lucía seguía con su expresión impávida pero incómoda.


-Dile a ese viejo desgraciado que no me encontraste, que ya me había ido, porque no pienso atrasarme más. Qué atroz, yo no puedo tener vida en esta empresa, todo me lo piden a mí, todo yo, como si no hubiese más gente a quién molestar. ¡Nadie puede!


Lucía permanecía en su lugar en silencio.


-Pero ya me falta poco con esta planilla maldita y una vez lista, tomo mis cosas y me voy.


Lucía seguía ahí. Pipa parecía ya no verla.


-Sra. Pipa, tengo que pedirle algo – dijo por fin.


Pipa se detuvo en seco y con toda la piel erizada le dirigió una mirada llena de ira.


-Dime Lucía, ¿qué es eso que tienes que decirme y que no puede esperar?

-Tengo que ir al doctor hoy y no pude conseguirme una hora más tarde. ¿Puedo retirarme a las 5?


Pipa respiró profundo, cerró los ojos y volvió a respirar más profundo. Los abrió y miró a la mujer con desdén.


-Lucía, si te vas a las 5 hoy, mañana te quedas más tarde porque no puedo permitir hacer diferencias contigo, o sea, si le doy permiso a todo el mundo, imagínate. Así que ya, como no voy a estar puedes irte y para la próxima pide una hora más temprano, si no, vas otro día. Mañana te quedas hasta las 9 entonces.


Lucía abrió sus ojos con expresión de sorpresa y estuvo a punto de decir algo.


-¿Qué? ¿Tienes algún problema con eso? Es tiempo que le estás quitando a la empresa, ¡así que no me vengas con que no puedes! O sea, ¡es lo mínimo que puedes hacer! ¿o prefieres que te lo descuente de tu sueldo?– Pipa seguía subiendo el tono de voz y lo agudizaba cada vez más.


Lucía no entendía por qué Pipa le hablaba de ese modo.


-Sra. Pipa, no entiendo, ¿debo pedirle autorización directamente al contralor entonces? – preguntó confundida.


Pipa sintió que le hervía la sangre, ¿qué parte de todo lo que ella había dicho a Lucía no le había entendido?


-Lucía, ¿me estás amenazando? ¡no me amenaces! ¿por qué me amenazas? ¡no me amenaces! ¿quién te crees tú? – cada vez más agudo, cada vez más descontrolado, cada vez más molesta.


La mujer de rostro amable no entendía la ira de Pipa. Seguía sin moverse de su lugar pero ya sus ojos estaban brillosos, al borde del llanto. Los gritos de su superior herían sus oídos y por sobre todo su dignidad.


De pronto entró a la oficina un hombre con expresión grave.


-¡Pipa! ¿qué son esos gritos?

-Gustavo, qué bueno que apareciste. Lucía me faltó el respeto y creo que debes ponerla en su lugar.


Lucía abrió la boca pero no pudo articular palabra. Ya no daba crédito a sus oídos.


-Me amenazó Gustavo, ¿puedes creerlo? ¡Qué atroz! ¡nadie puede! ¡valor!

-¡Pipa! – la interrumpió el hombre – ¡escuché todo!

-¿A qué te refieres?

-Me refiero a todo, Pipa… no me contestaste el teléfono y bajé a verte, la puerta de tu oficina estaba abierta… y te escuché.


Pipa se puso blanca, le temblaba todo el cuerpo. Gustavo se acercó al escritorio de Pipa y dijo en tono sarcástico:


-Así que “este viejo huevón de Gustavo Arredondo siempre hace lo mismo”, no?


Pipa miró a Lucía y ésta dibujó una leve sonrisa casi de triunfo. Entonces tuvo la certeza que ella había dejado la puerta abierta a propósito.

FIN

No hay comentarios:

Publicar un comentario