El
humo del cigarrillo que estaba fumando había empañado la visibilidad del
espejo retrovisor. Abrió con una mano la ventana del vehículo mientras
que con la otra limpiaba el espejo. Suspiró profundo y se
prometió que terminaría de una buena vez con ese vicio.
Nada bueno le había traído hasta el momento y menos ahora que intentaba
pasar desapercibido.
Una
mujer abrió la puerta de entrada de la casa que él observaba con tanta
atención. Tiró el cigarrillo por la ventana y detuvo su mirada en el
reflejo del retrovisor. La mujer sacaba unas bolsas y las colocaba
dentro de los contenedores de la basura. De pronto ella entró a la casa y él
se apresuró a bajar del vehículo. Cual detective privado se acercó al
contenedor con disimulo y escarbó entre las bolsas. Se detuvo unos
momentos al observar el contenido y luego de exhalar con fuerza, las
sacó de ahí con extremo cuidado para llevarlas al portamaletas de su
vehículo.
Una
vez que las dejó ahí, se volvió a acercar a la casa sigilosamente. Se
asomó por una de las ventanas y observó el entorno de la habitación. La
mujer apareció por el pasillo con el teléfono en la oreja, por lo que él
se ocultó tras la muralla y permaneció ahí unos minutos, escuchando lo
que ella decía.
-Sí,
creo que ya fue suficiente. No voy a seguir alimentando este círculo
vicioso, ya quiero comenzar a vivir mi vida y olvidarme de los
perdedores. Es
que he tenido muy mala suerte. Te juro que lo único que he conseguido
es sólo sufrimiento y ya no sé qué pensar… ¿será que espero demasiado de
todos ellos?
El hombre afuera empuñaba su mano derecha con fuerza. Definitivamente le afectaba lo que estaba escuchando.
-No
he sabido de él hace meses… creo que se aburrió de que no contestara el
teléfono ni tampoco sus correos. Es que no debe ser fácil para su ego
pasar por todo esto. Nunca en su vida ha estado mucho tiempo solo.
Prueba de ello es que no sabe hacer nada, todo lo pregunta, no tiene
iniciativa.
Este
último comentario consiguió desfigurar la expresión seria de su rostro y
por unos segundos estuvo a punto de abortar la misión. Sin embargo,
algo lo detuvo.
Miró
su reloj y se sentó en el suelo. Cerró sus ojos y se quedó inmóvil ahí.
Aún podía escuchar su voz y toda la conversación que continuaba casi en
el mismo tenor.
-Es
que si lo llamo, él querrá que volvamos y yo ya no quiero tener nada
que ver con él. Definitivamente no somos el uno para el otro.
Abrió
sus ojos, se levantó rápidamente y dirigió sus pasos hacia la puerta
principal. Estuvo ahí unos minutos sin moverse, sólo pensando qué hacer:
si tocar el timbre, si golpear la puerta, si gritar su nombre, si tirar
una piedra a la ventana o simplemente irse de ahí dignamente.
De pronto se armó de valor, suspiró profundo y tocó el timbre.
-Sí, alguien está en la puerta, tengo que colgar. Te llamo luego. Cuídate mucho. Chao.
En
unos segundos ella estaba en la puerta principal, lo miró con expresión
de sorpresa y desagrado al mismo tiempo. El seguía de pie frente a ella
y no pudo articular palabra. Su corazón palpitaba rabiosamente, le
tiritaban las piernas y creía que en cualquier momento caería de
rodillas. Quería decir algo, expresar su ira, su frustración, su dolor,
su pena de ser borrado como si lo vivido no significara nada para ella, como si él fuera sólo un desconocido.
Todo eso se quedaba ahí guardado, en su corazón… no salía.
-No puedo creer que estés aquí. ¿Qué quieres? - dijo ella secamente.
El
continuaba de pie sin mover un músculo. Sólo la observaba… llevaba un
lindo vestido azul, se preguntaba quién se lo habría regalado.
-¿Sabes? No tengo todo el día. Dime qué es lo que quieres de una vez - cada vez más hastiada.
Si tan solo ella no estuviese tan molesta, tan distante, tan herida. Si al menos le hablara en un tono más conciliador.
-Por última vez, dime que es lo que quieres – Casi perdiendo la paciencia.
Entonces él recordó su misión. Juntó las palmas y aplaudió tres veces, silbó otras tres y llamó:
-Campeón, ven con papi, Campeón – siguió silbando y aplaudiendo.
De la habitación contigua salió corriendo un perrito raza Beagle quien no dejaba de mover la cola al escuchar su nombre. El pequeño animalito se fue directo hacia el hombre, y de un salto estaba en sus brazos. Él le dio la espalda a la mujer y ahora se dirigía hacia su vehículo.
-No te lo puedes llevar… esto es… esto es un rapto – le dijo ella enfurecida.
El se devolvió con Campeón en sus brazos y dijo con absoluta calma:
-Campeón es mío, se va conmigo. Si quieres pelear la custodia, entonces habla con mi abogado.
Se
dio vuelta y sin mirar atrás se subió a su vehículo. Campeón saltaba en
el asiento trasero feliz de irse con su amo. El hombre echó a
andar el vehículo. Caían lágrimas gruesas de sus ojos pero ya no había
nada más que hacer. De eso estaba seguro.
FIN