La pereza me embarga… camino en sueños pero no me muevo de la cama.
Estoy boca arriba con los ojos cerrados y un mundo sucede afuera. Los gritos de
mis vecinos, la juerga, la risa desmedida… todo se escucha, todo se filtra,
todo retumba.
-Es que me gustaba mucho ¡y ahora no me pasa na!
Risotadas exageradas, vibratos incansables ruidosos y molestos. En mal
momento me desperté. ¿Cómo se me ocurre tener oídos tan sensibles? Nada que
hacer.
-Pero galla, ¡no podí ser más hueca!
Lluvia de gritos y sonidos guturales a más no poder… creo que a
alguien le va a dar un infarto con tanta risa… que respiren por favor, aunque
sea un momento.
Me giro hacia el otro lado lenta y pesadamente, intentando creer que
desde esa posición no los escucharé más. Error, mis oídos los captan
perfectamente.
-Es que yo le he dicho que ronca cuando duerme pero no me cree weón, ¡es
porfía!
Otra vez griterío. Ella trata de defenderse entre las expresiones de
burla y risas. El insiste que ronca más fuerte, que parece un león, que él se
asusta, que se lo va a comer. Los otros lo suben al columpio diciéndole que si
no sería mejor que se lo comiera, acaso no es por eso que está con ella y la
tortilla se da vuelta, ahora se ríen de él y no paran.
Giro hacia el otro lado intentando encontrar el silencio esquivo, pero
pasa lo mismo, siguen sus voces ahí presentes. Ahora encendieron una radio y
empezaron a cantar a todo pulmón… mis oídos exigentes sufren con tremenda
transgresión.
Bien por ellos, bien por la libertad de pasarlo excelente, pero tengo
que dormir, estoy cansada y mañana es un día laboral. Tengo que funcionar sí o
sí y tengo pereza de levantarme para llamar al conserje para que los haga
callar. Me sucede lo mismo con tomar el celular y marcar a los carabineros. No
puedo moverme, no quiero moverme. Si enciendo la luz, el sueño escapará por la
ventana y no habrá vuelta atrás, será difícil recuperarlo, me tomará horas y el
tiempo para el descanso es preciado. Siento el cuerpo pesado, muy pesado.
Me quedo en silencio e inmóvil, sueño ven… no te detengas, ven, ven,
ven, ven…
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Camino descalza, está oscuro y no entiendo que hago en ese lugar. Los
ojos me pesan y me parece ha trascurrido mucho rato desde que escuché a los de
la fiesta en el balcón. Cada vez que
piso siento crujir el suelo, aún no logro entender qué sucedió. El lugar está
completamente destruido, no lo logro identificar. Ingreso a la habitación contigua
y también está desierta y la vajilla regada por la alfombra, completamente a
pedazos. Pareciera como si hubiese entrado un tornado por la ventana. Las fotos
familiares esparcidas por doquier revueltas con restos de platos y comida. ¿Quién causó esta destrucción?
Abro los ojos con gran esfuerzo y observo. Se parece a mi departamento
pero no lo es… ¡qué extraño! ¿Dónde están los moradores?
De pronto reparo en que una de mis manos trae un objeto pesado, siento
que lo arrastro en el piso mientras camino. Lo miro y veo un bate de béisbol.
Qué raro, si yo no tengo esas cosas… ¿por qué tengo uno en mi mano? Comienzo a respirar entre cortado, no me gusta
para nada esto. Me acerco al balcón y unos restos de colillas de cigarros aún
humeantes es todo lo que encuentro. ¿Dónde está la gente? Me vuelvo a
preguntar.
Entonces me inclino al borde del balcón y con gran horror veo unos
bultos tirados en el primer piso, están boca abajo, inerte. Un frío sudor baja por mi espalda, miro el
bate de béisbol y comienzo a gritar de terror, ¿qué hice?
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De pronto escucho una risa desmedida, similar a la de una hiena.
Abro los ojos y estoy en mi cama, me incorporo y miro mis manos y no
hay bate de béisbol, luego mis pies y no hay heridas por cortes, nada de eso.
¡Qué alivio! ¡Fue sólo una pesadilla!
Otra vez la hiena se ríe en el balcón, ahora todos se ríen con ella…
Tal vez deba echar llave a mi puerta, por si en una de esas soy
sonámbula.
FIN