Mi blog...

Por fin me he decidido a crear mi propio blog. Fue un paso difícil, principalmente por razones de tiempo pero ya estoy en la red. La finalidad de este espacio es compartir mis escritos y hacer comentarios respecto de lo que quiero expresar.

Estimados Navegantes, espero disfruten la visita por "mi esquina literaria" que también tiene otros temas que pueden ser de su interés. Mis saludos.


jueves, 2 de febrero de 2012

Passiflora

Siento a mi amigo viento que me acaricia con suavidad y me impulsa a mover mis hojas pero no lo suficiente para dejarme avanzar como a veces quisiera. Esto de no ser independiente y estar siempre donde me dejan no es fácil de superar. Pero no puedo quejarme, las cosas simples me satisfacen y no pido demasiado, sólo poder verlo pasar todas las mañanas y las tardes. Es que sus ojos me hacen muy feliz.

Me llamo Passiflora, vivo en una tienda donde se venden plantas y debo confesar que no es sencillo ver diariamente a la gente caminar de aquí para allá y observar sus propias historias personales. Cada vez se hace más difícil superar la curiosidad que me invade cuando les escucho. Pero mi sensibilidad de planta es tan aguda que a veces leo sus pensamientos, sobre todo si los miro a los ojos. Fue así que me enamoré de él.

Vestido de traje, corbata y siempre apurado en las mañanas pero tan tranquilo y relajado en las tardes, él era un extraña combinación que atrapó mi curiosidad. Me quedé inmóvil siguiendo sus pasos la primera tarde, fue tan extraño porque creo que se quedó mirándome un buen rato antes de seguir su camino. Ahí pude ver sus ojos claros y me quedé embobada con su brillo y esa expresión en su rostro que no había visto hasta ese momento… como si él supiese algo que los demás no sabían… ¿quizás que yo los observaba?

Los días que continuaron fueron siempre igual, apurado en las mañanas pero con ritmo reposado y casi contemplativo en las tardes. Me era imposible entender cómo él podía transformarse tanto en un par de horas. Era como si el hombre de las mañanas fuera otro pero me encantaba el que era en las tardes. Por eso cuando pasaba, abría mis brazos lo más que podía para que me viera en todo mi esplendor, moviendo mis hojitas al ritmo del amigo viento. El siempre se detenía a observarnos a todas las plantas antes de continuar su camino, pero cuando sus ojos se detenían en mí, casi podía sentir mis raíces querer salir del macetero que me sostiene, y transformarlas en piernas para poder seguirlo a donde fuera… es que creo que él podía ver más allá de mi esencia de planta.

Al quinto día pasó apurado como siempre, sin embargo, se detuvo unos segundos frente a mí, tocó mis hojitas y me acarició con ternura. Le miré tímidamente y él me sonrió. Se levantó y retomó su camino. Pero me hizo tan feliz, no le era indiferente, me veía y yo existía para él. ¡Qué felicidad!

Esa misma tarde me compró a mi dueña, quien me envolvió en un delicado papel de color lila y puso una cinta alrededor de mi macetero. El se veía tan bello y yo no daba más de felicidad. Me iría por fin con él porque ahora yo le pertenecía.

Llegamos a una casa de murallas blancas y rejas verdes. Tan pronto él abrió la puerta, se asomó una mujer a recibirlo. El estampó un beso en sus labios y me entregó a ella con soltura. Me sentí traicionada, ¿cómo era posible que me regalara así? Me dieron ganas de llorar y dejarme caer de sus manos para demostrar mi ira y mi dolor, sin embargo, no tuve ayuda de mi amigo viento y nada pude hacer. Así que me resigné a ser feliz con sólo verlo.

Diariamente esperaba que él llegara a la casa. Me habían puesto en un costado de la terraza, cerca de la ventana de su habitación. El salía a verme en las mañanas antes de irse y en las noches cuando volvía de su trabajo. La misma dinámica que ya conocía de él, en las mañanas siempre acelerado y en las tardes en otro estado, más pausado. Me encantaba el de las tardes, era más armónico con mi vibración y sentía que podía leer más en él. Adoraba esos momentos donde él se sentaba a mi lado a leer sus libros o a hablar por teléfono con sus compadres, me sentía parte de su espacio íntimo, a ese que no entraba cualquiera.

Un día lo vi hacer sus maletas y me asusté muchísimo. Ella le gritaba constantemente hasta que él salió de la casa con sus pertenencias… por suerte entre esas estaba yo. Subimos al auto y él golpeó con violencia el volante y comenzó a sollozar sobre él. Hice mi mejor esfuerzo y estiré mis brazitos para poder tocarlo y darle un poco de apoyo en esos momentos que parecía que todo se caía en su mundo. Sólo conseguí tocar su chaqueta pero creo que él no lo notó.

Esa noche me puso cerca de su velador y me habló por horas. Lo mejor fue cuando de sus labios salieron las siguientes palabras:

-Mi querida Passiflora, eres lo único que tengo en este mundo ahora.

Entonces me sonrió y me sentí de nuevo como cuando pasó por la tienda aquella mañana. Esta simple planta no le era indiferente, me veía y yo existía para él. ¡Qué felicidad!

FIN

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Porque el amor no es exclusivo del ser humano, dedicado a todos los seres que pueden experimentarlo...