Mi blog...

Por fin me he decidido a crear mi propio blog. Fue un paso difícil, principalmente por razones de tiempo pero ya estoy en la red. La finalidad de este espacio es compartir mis escritos y hacer comentarios respecto de lo que quiero expresar.

Estimados Navegantes, espero disfruten la visita por "mi esquina literaria" que también tiene otros temas que pueden ser de su interés. Mis saludos.


viernes, 4 de noviembre de 2011

Un corazón roto

Esperaba pacientemente la llegada del tren en la estación Tobalaba. Mientras tanto observaba a las personas ir y venir por el andén. De vez en cuando miraba el reloj con impaciencia. El se estaba demorando más de la cuenta.

Sacó un libro de su cartera para entretenerse un rato, pero luego de repasar un par de hojas se dio cuenta que no estaba entendiendo nada, así que prefirió volver a guardarlo. Definitivamente no podía concentrarse.

Siguió mirando a la gente pasar pero no lo distinguía entre ellos.

“¿Qué le habrá pasado?” se preguntaba una y otra vez.

De pronto llegó un tren a la estación. Se abrieron las puertas y salió él.

Ella suspiró al verlo llegar y se arregló las arrugas de la falda con la mano.

El se acercó y luego de estampar un beso en la cara de ella se sentó a su lado.

-Perdón por la demora- dijo después de unos segundos en silencio.

Ella movió la cabeza en señal de que no importaba.

-Es que el trabajo, tú sabes… nunca puedo salir a tiempo.

Ella volvió a mover la cabeza como si de verdad no importara que hubiese llegado tarde.

-Me parece que estoy a punto de desmayarme de hambre – dijo ella – ¿vamos a comer algo?

El la miró en silencio unos segundos y le dijo:

-Urmila, lo que tengo que decir es breve y va a ser difícil.

Un fuerte apretón en su estómago hizo que olvidara de un golpe su anterior comentario.

-¿Qué sucede Nando? Me estás asustando.

El hombre respiró profundo y luego de unos segundos en silencio habló:

-Urmila, hemos tenido una bella relación por tres años y ha sido realmente una experiencia muy intensa…

-¿Qué estás diciendo Nando?

-Pues, la verdad… yo quisiera… bueno, luego de tres años.

Urmila apretó sus manos con fuerza y comenzaron a temblarle las piernas.

-Nando, sea lo que sea que vayas a decir, dilo de una vez… me estás asustando mucho.

El hombre volvió a respirar profundo.

-Urmila… creo que debemos darnos un tiempo…

Ella abrió los ojos lo más que pudo demostrando que no podía creer lo que estaba escuchando.

-No puedes decirme eso – dijo mirando su argolla de compromiso – menos cuando ya estamos en esta fase, o sea…

-Urmila, por favor comprende, siento que estoy en un momento muy complicado. Estoy bajo mucha presión en el trabajo y…

-Pero no entiendo Nando, o sea… se trata de tu trabajo y ¿qué tengo que ver yo con eso?

-Pues mucho, verás… no me siento capacitado para enfrentar más responsabilidades, menos un cambio en mi estado civil ahora… al menos por el momento.

-¿Pero qué significa eso entonces? ¿Que sólo quieres espacio por un tiempo? ¿quién me garantiza que volverás? Y si ahora no te sientes fuerte para dar este paso importante. ¿Quién me puede garantizar que no volverás a sentirte así cuando nos casemos?

-Mi amor, estoy siendo honesto contigo, por favor no te pases rollos.

-¿Que no me pase rollos? ¡Nando, estás terminando conmigo! ¿de qué rollos me hablas?

-¡Pero Urmila! Cualquier otro va y se casa y luego vienen las crisis… yo estoy siendo claro en mi punto de vista, te estoy pidiendo tiempo para poder pensar mejor las cosas y…

-¿Pensar mejor las cosas? ¿de qué me hablas? ¡tú me pediste matrimonio weón!

Nando abrió los ojos en señal de asombro y luego de reponerse del exabrupto de Urmila dijo:

-Tal vez tú también necesites tiempo…

-No, yo estoy clarita que te amo idiota, pero parece que tú quieres hacerte el de las chacras y dejarme justo ahora… ¿por qué no eres más honesto y me dices la verdad?

-¿Cuál verdad?

-¡Que hay otra en tu vida!, ¡que estás confundido!, ¡que todo esto que estás diciendo lo inventaste para que no te pregunte cuánto tiempo llevas con ella!

-¡Qué imaginación la tuya Urmila! ¡por favor!

-¡Por favor nada, Nando! Sé honesto… te conozco bien.

El la miró asustado, parecía que todo se le estaba escapando de las manos.

-Ok – dijo finalmente – conocí a alguien en el trabajo y estoy confundido… por eso necesito tiempo para saber qué sucede.

Urmila sintió un fuerte dolor en su pecho. Se le aceleró la respiración y cerró los ojos por el ardor que quemaba en sus entrañas. Sentía que le habían enterrado un cuchillo y que la sangre se dispersaba a borbotones en su interior.

-¿Sabes? No se puede hablar contigo – dijo Nando tratando de dar vuelta la situación – me voy ahora y si quieres conversamos mañana cuando te hayas calmado.

Urmila abrió sus ojos y la ira era demasiado evidente. No podía abrir la boca para decirle lo que se merecía, así que apretó los labios en señal de rabia.

Nando se paró de pronto y corrió hacia el siguiente carro del metro que abrió sus puertas. Una vez dentro no fue capaz de mirar nuevamente a Urmila, quien seguía sin poder decir palabra y sin poder moverse de su asiento. Las puertas se cerraron y el tren que se llevaba a Nando desapareció en el túnel.

Luego de unos segundos intentando serenarse y regularizar su respiración, Urmila comenzó a llorar. La gente que pasaba la miraba de reojo sorprendidos de ver una mujer tan desconsolada pero nadie quería intervenir.

Llegó un minuto en el que Urmila ya no quería seguir llorando más y se quedó por horas mirando los carros ir y venir por la estación. La mirada estaba perdida, como revisando alguno que otro recuerdo del pasado.

“¿qué hice mal?” se preguntaba a cada instante sin poder consolarse con una respuesta que lograra satisfacer esa interrogante.

Horas después, cuando logró encontrar el botón “automático” en su sistema, se levantó de su asiento y se acercó al andén.

¿Era tan fácil para Nando dejar una relación de tres años?

El tren se acercaba a la estación y abría sus puertas.

¿Cómo era posible que hubiese conocido a alguien más y ella no lo hubiese notado?

Los pasajeros bajaron del carro y otros subieron.

¿Quién era esa mujer maldita que le había quitado a su prometido?

El tren volvió a partir y Urmila seguía de pie en el andén.

¿Y si él volvía? ¿lo aceptaría de nuevo en su vida?

Se acercaba un nuevo tren a la estación.

Urmila sintió deseos de terminar con el suplicio, olvidar todo de golpe y porrazo y no pensar más. Estaba cansada, agotada de tantas emociones tan repentinas y tan destructivas, quería cerrar los ojos y dormir, no volver a pensar en Nando y no imaginarlo con otra mujer.

Dio un paso hacia adelante y pasó la línea amarilla… cuando iba a dar el siguiente paso, el tren tocó la fuerte bocina para que ella retrocediera pero no lo hizo, siguió dando pasos hacia adelante. La gente empezó a gritar y el botón “automático” de Urmila dejó de funcionar.

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-¿Cómo está? – preguntó una mujer joven.

-No lo sé, no responde a nuestros llamados – dijo un hombre de edad.

-¡Señorita! ¡señorita! ¿qué le pasó? Por favor responda – le hablaba otro hombre más joven.

-No hay caso, llevaba cualquier rato ahí sentada y de pronto se quería tirar al andén. – comentó el guardia.

-¡Qué horror! – dijo una señora.

Urmila abrió los ojos y vio que estaba rodeada de mucha gente.

-¡Señorita! ¿en qué estaba pensando? Acercarse así al tren… - dijo el guardia.

Urmila no sabía qué responder, a su mente vino el recuerdo de lo que acaba de pasar y lo que casi sucede. Comenzó a llorar nuevamente.

-¿Qué es lo que iba a hacer mi linda? – preguntó la señora.

Urmila movió la cabeza en señal de no tener idea.

-Seguro que son penas de amor – dijo la mujer joven.

-Mijita, ¿se siente bien? – preguntó el hombre edad.

Urmila recuperó su voz por fin y respondió:

-No lo sé, creo que sí… muchas gracias.

En su mente daban vuelta imágenes y muchos sentimientos recorrían su pecho. ¿Qué locura estuvo a punto de cometer? Ya no quería pensar en la traición de Nando, sólo quería agradecer el poder respirar una vez más.

FIN