Sacudo mis ramas y me parece una eternidad. Caen
las hojas de mis brazos más altos y me pongo a observar el cielo. Está más azul
que nunca y las nubes lo cubren pero lo liberan constantemente… el viento me
hace danzar un poco, mas no logro despegar mis raíces de la tierra. Es la vida
que me ha tocado en esta vuelta y de verdad que no puedo quejarme. Es que ser
un árbol tiene sus ventajas también. Siempre observo a la gente caminar
nerviosamente de un lado a otro, acarreando bolsos pesados o bien esclavizados
de sus teléfonos y del reloj. Qué momentos estresantes he presenciado.
Bocinazos interminables, molestos e histéricos de miles de conductores que
perdieron la paciencia. Gente desesperada por subirse a las micros, otros en
éxtasis observándolo todo… la verdad es que da para mucho.
Si les contara mi historia anterior, no me la
creerían. Era un ser humano, caminaba por las calles al igual que ustedes, pero
hace mucho tiempo ya de eso. En esa época no había vehículos de transporte como
ahora y la ciudad en la que vivía era un pueblo en el campo. Era un hombre sin
comprender mi realidad del todo. Creía en la riqueza, el poder, la ley del más
fuerte. Me desviví tratando de darle un bienestar a mi familia, pero a costa de
mi propia salud. Fue así que partí muy joven. Mi mujer sufrió demasiado con mi muerte.
Quedó totalmente abandonada y no duró mucho tiempo sin mí. Enfermó y falleció
un par de años después.
Esta vida de árbol me ha servido para entender tantas cosas. Como no puedo darme el lujo de salir caminando por ahí, observo
con detención a las personas que pasan a mi lado y siento lo que ellas llevan
dentro de sí. Es impresionante cuánto puedes sentir de alguien que nada dice
pero que lleva un mundo interno consigo a todos lados. He aprendido a
leer expresiones faciales, movimientos corporales, formas de respirar… el ser
humano es tan complejo, pero finalmente uno aprende mucho de ellos.
A veces pasa gente que conocí en mi anterior vida, y de las otras previas también. Es que soy un árbol y como estoy enraizado en la madre tierra, todo ese recuerdo está conmigo porque estoy conectado a ella y ella todo lo sabe. Hace unos días descubrí a la que era mi mujer en mi anterior vida caminando por esta esquina. Se detuvo, encendió un cigarrillo y respondió un llamado telefónico. Escuché su voz de esta vida y me pareció la misma de aquella cuando fui su marido. La nostalgia embargó mi alma y quise bajar mis ramitas para poder abrazarla, hablarle sobre lo mucho que la he extrañado, lo mucho que la he querido y lo feliz que sería de volver a estar a su lado. Sin embargo, me fue imposible, tuve que mantenerme en mi lugar y sólo observar. Un simple espectador.
El cielo me mira cual amigo inseparable, sabe que
lo busco cuando me supera la observación terrenal y me baja la nostalgia. Me
apoya con su gama de colores claros e intensos según la hora del día. Me dejo
mecer por el viento y me digo: soy un árbol, ya nada puedo hacer y nada tengo
que hacer... sólo ser un árbol, y esa enseñanza quiero recordar para mi próxima
vuelta, vivir y ser lo que soy.
FIN
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Para todos los árboles que alegran mi camino a casa