Mi blog...

Por fin me he decidido a crear mi propio blog. Fue un paso difícil, principalmente por razones de tiempo pero ya estoy en la red. La finalidad de este espacio es compartir mis escritos y hacer comentarios respecto de lo que quiero expresar.

Estimados Navegantes, espero disfruten la visita por "mi esquina literaria" que también tiene otros temas que pueden ser de su interés. Mis saludos.


martes, 19 de abril de 2011

El Maestro

Las marcas sobre la alfombra mantenían ocupada la atención de Gabriel. Se veían oscuras y demasiado notorias como para pasarlas por alto. Instintivamente había optado por sentarse al lado contrario, por eso ahora se felicitaba ya que de no haberlo hecho, podría haber manchado sus ropas claras y no era su intención dar una mala impresión.


La habitación tenía las puertas y ventanas totalmente abiertas, por lo que el viento entraba causando más de algún estrago en los papeles que descansaban sobre el escritorio. Gabriel temía que estos volaran por todas partes viéndose en la obligación de aportar con la recolección de los mismos si eso llegaba a suceder.


El constante sonido del reloj de péndulo del pasillo llenaba sus oídos, era imposible no enganchar en su pulso ya que no había otro ruido más en el ambiente que su monótono balanceo.


Gabriel sonrió al ver entrar con paso sigiloso y ceremonioso a Bigotes, un gato de sólo tres patas pero con mucha personalidad. El bello felino pasó por su lado una y otra vez buscando las caricias de Gabriel, el que finalmente se rindió y le dio en el gusto. Bigotes agradeció el gesto y se tiró sobre la alfombra. Gabriel observó sus patas y se dijo que ante sus ojos estaba el culpable de las manchas que había notado hacía un rato atrás.


-Acabas de saludar al dueño de casa – dijo una voz anciana que entraba.


Gabriel giró su cabeza y vio por fin a quien tanto había esperado.


-Maestro – y juntó sus manos en el centro del pecho haciendo una reverencia muy respetuosa.

-Gabriel, muchacho, gustoso de estar contigo hoy – saludó humildemente el hombre, sentándose frente a él y mostrando una gran sonrisa.

-No sabe lo feliz que me hace verlo tan bien, ya recuperado. Vaya susto que nos dio.

-Sí, la divinidad ha sido generosa y ya me siento mejor, más fuerte y con ganas de hacer muchas cosas.


Gabriel sonrió, abrió su bolso y extendió al anciano una carpeta con papeles que sacó de su interior.


-Maestro, acá van los contenidos que hemos pasado estos meses y que los alumnos han internalizado en su ausencia.


El hombre miró la carpeta, la recibió pero no la abrió. Acercó una bandeja que había a su lado, tomó de ella una tetera de fierro y llenó de té caliente un tazón. Se lo ofreció a Gabriel quien lo aceptó gustoso.


-Gabriel, querido muchacho… tengo que decirte algo… no voy a volver.

-Perdón ¿qué me dijo? – preguntó Gabriel luego de beber un sorbo y quemar su lengua con el brebaje hirviendo.

-Pues me has escuchado bien hijo, no voy a volver.

-Pero… ¿por qué? ¿y sus estudiantes?


El anciano se quedó en silencio por unos instantes mientras observaba la cara de asombro de Gabriel. Este había dejado el tazón en un costado aplastando la cola de Bigotes, quien se había levantado molesto y herido en su orgullo.


-Vamos muchacho, no me pongas esa cara. Esto tenía que pasar.

-Pero maestro, ¿qué vamos a hacer sin Ud.?


El hombre tomó en sus manos a Bigotes quien caminaba con recelo cerca de Gabriel. El maestro acarició la cabeza del felino y se mantuvo en silencio por unos instantes más.


-Gabriel, piensa en lo que ha sucedido en estos meses. Dime, ¿quién se ha hecho cargo de los contenidos y de enseñar en mi ausencia?


El muchacho intentaba dominar sus sentimientos, estaba ante su maestro y no deseaba decepcionarlo por nada en el mundo.


-Pues me he hecho cargo yo de todo, pero con la firme esperanza de que Ud. mejorara y que encontrara todo en orden al volver.

-Entonces dime, ¿por qué debo volver si los estudiantes ya tienen otro maestro?


Gabriel movió la cabeza negativamente y respondió:


-Es que el mejor maestro que podrían tener ellos es el que he tenido yo, es decir Ud.


El anciano sonrió nuevamente y aún con Bigotes en sus manos:


-Muchacho, si tú sientes que tuviste un buen maestro, ¿qué te hace pensar que tú no eres un buen maestro para tus alumnos?


Gabriel se impacientó, parecía no entender lo que el anciano trataba de decirle.


-Es que… no soy Ud.

-Precisamente – respondió él – precisamente por eso es que eres el mejor maestro que podrían tener.

-No entiendo – balbuceó Gabriel.

-Mi querido muchacho, estás permitiendo que el miedo te ciegue. Abre tu corazón y dime, ¿te gusta enseñar?

-Sí, me encanta tanto como aprender.

-Entonces he ahí la respuesta, eres el maestro que necesitan porque aún estás aprendiendo, puedes entregar mucho más a tus alumnos precisamente por eso. El conocimiento llegará a ti y serás mejor nexo para transmitirlo que yo, que ya siento que he entregado todo lo que podía entregar. Ahora empiezas a aprender de la enseñanza, de la interacción con tus alumnos, del día a día. Gabriel, tú puedes hacerlo, acepta esta tarea que te encomienda el universo y entrega la enseñanza como la has aprendido… con el corazón.


El muchacho vio como su maestro se ponía de pie y entregándole a Bigotes en sus manos le dijo:


-Ahora, haz las paces con el dueño de casa y cuando estés listo búscame.


Gabriel dejó a Bigotes sobre la alfombra y volvió a juntar sus manos en postura de oración frente a su pecho, mientras vio salir a su maestro de la habitación. Miró a Bigotes a los ojos y le pidió le perdonase por haberle pasado a llevar. Luego de acariciarlo y de estar unos minutos en silencio meditando sobre lo que le había dicho el maestro, se levantó y caminó hacia el interior de la casa, buscando al anciano para despedirse. Al llegar a la habitación del fondo, se llevó una gran sorpresa.


Sobre la cama yacía el cuerpo inerte de su maestro y a su lado su mujer le miraba en silencio, con lágrimas en los ojos pero ya con resignación.


-Muchacho, mi marido dejó su cuerpo físico hace dos horas – dijo la mujer.

-Imposible – dijo Gabriel arrodillándose junto al lecho – lo vi en el living hace media hora y… conversamos y…


La mujer le miró con ternura. Entonces un suave calor se propagó desde el corazón de Gabriel envolviendo todo su cuerpo… en ese momento había comprendido el mensaje de su maestro.

FIN

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Este cuento está dedicado a todos los maestros que he conocido y conoceré,

fuente de constante inspiración para seguir aprendiendo y superándome en esta bella y tan diversa vida...

esperando poder transmitir el conocimiento con la sabiduría y humildad de todos ellos.

Bendiciones!!!

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