Mi blog...

Por fin me he decidido a crear mi propio blog. Fue un paso difícil, principalmente por razones de tiempo pero ya estoy en la red. La finalidad de este espacio es compartir mis escritos y hacer comentarios respecto de lo que quiero expresar.

Estimados Navegantes, espero disfruten la visita por "mi esquina literaria" que también tiene otros temas que pueden ser de su interés. Mis saludos.


jueves, 4 de febrero de 2010

Confesiones de una guitarra

¡Si yo te contara niña por Dios, todo lo que hemos vivido juntas! Si parece como si fuera ayer cuando nos vimos la primera vez. Sus padres me compraron para su hermano mayor. Ellos querían que aprendiera a tocar música como sus abuelos en las fiestas del campo. Pero el muchacho tuvo tan mala suerte que justo le tocó un profe zurdo. Ahí no hubo caso, no pudo agarrar ritmo en las clases y siendo tan pequeño, fue muy difícil para él. De pronto perdió el interés en mí.
Fue así que llegué a manos de ella. Recuerdo que estuvo mucho tiempo mirándome y deseando que la dejaran sostenerme en sus manos. Con sus dedos pequeños acariciaba mis cuerdas y fue ahí cuando me di cuenta que ella me haría cantar por años. Como su hermano había renunciado a mí, ella pasó a ser mi dueña.
Tomó clases en su escuela y pucha que le gustaba cantar conmigo hasta tarde en las noches.
Sus papás decían entre ellos: "ya está charangueando la negra", y sonreían al ver que ella no descansaba. "Ojalá aprenda luego más notas, porque los sonidos se repiten", suspiraban pacientes. Pero a mí no me importaba que repitiera los acordes, yo me sentía en éxtasis, cada vez que estábamos en sesión las dos... era maravilloso. Recuerdo que le sangraban las manitas en un comienzo por la dureza de mis cuerdas pero a ella no le importaba, era como si vibrara con cada sonido que arrancaba de mí.
Vivimos tantas cosas, ¿sabes? Ella cantó conmigo en diversas presentaciones y escribía poemas para luego musicalizarlos. Si estaba tan radiante la primera vez que hizo una canción, me hizo repetirla hasta el cansancio y ¡pucha que era insistente la chiquilla!
Su primera canción fue de amor y ahí me di cuenta lo mucho que había crecido. Palpaba el sentimiento en las notas que me hacía cantar. Luego vino la etapa del desamor y la tristeza salía de mi boca, para aliviar en parte su dolor.
Eramos tan amigas que mucha gente le decía a ella que era raro verla sin mí en sus manos. Pero un día no sé qué pasó. No quiso salir de su habitación y lloró a mares día y noche. Esperé en mi esquina con la ilusión de que se acercara y me cantara lo que le pasaba para yo así acompañarla y darle algo de alivio, pero no lo hizo. Sólo brotaban lágrimas y sollozaba. La había visto triste antes pero no así, sin ganas de nada. Me asusté, pensé que nada bueno vendría en nuestras vidas y llegué a pensar que pronto tendría un nuevo dueño, aún cuando en mi corazón de guitarra quería quedarme con ella. Aún tenía presente los ojitos de niña feliz el día que me entregaron a ella. ¡Si apenas me podía!
Entonces esperé y esperé... y esperé aún más y ví como vivía su vida, como reía, lloraba, crecía, estudiaba, proyectaba... pero siempre sin mí. Llegaban nuevos objetos a la habitación, se iban otros pocos, pero yo seguía ahí, mirándola. De vez en cuando me tomaba en sus manos y cuando creía que volveríamos a los viejos tiempos, ella sólo me desempolvaba, afinaba mis cuerdas, me limpiaba y volvía a guardarme. En sus ojos había mucha tristeza y me desconcertaba ver que el comportamiento se repetía con los años.
Sin embargo, un día de mucho sol, me sacó del envoltorio como de costumbre y cuando pensaba que sólo me limpiaría, pasó sus manos por las cuerdas, como cuando era chiquitita. Un par de lágrimas gruesas rodaron por sus mejillas y me puso en sus piernas otra vez. Yo no caía de emoción, estaba en éxtasis otra vez, tantos años en silencio. Cantamos por horas y al final me abrazó con todas sus fuerzas y se disculpó por la distancia, tal como hacen las amigas.
Desde ahí no me ha dejado de tocar nunca más. Ahora nos presentamos y cantamos desde el corazón como si fuésemos una. Por eso estoy aquí en el escenario, esperándola para nuestro próximo espectáculo y ¿qué me cuentas de tí? imagino que eres una guitarra con mucha historia también, porque al ser eléctrica debe ser totalmente diferente tu experiencia.
¡Oye! escucho aplausos, es nuestro turno, ya viene por mí, luego me cuentas.

FIN

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