Mi blog...

Por fin me he decidido a crear mi propio blog. Fue un paso difícil, principalmente por razones de tiempo pero ya estoy en la red. La finalidad de este espacio es compartir mis escritos y hacer comentarios respecto de lo que quiero expresar.

Estimados Navegantes, espero disfruten la visita por "mi esquina literaria" que también tiene otros temas que pueden ser de su interés. Mis saludos.


sábado, 4 de septiembre de 2010

A primera vista

Cierro los ojos y veo un prado hermoso, flores por doquier; un cielo azul envolvente y alucinante. Las nubes parecen de algodón y los rayos del sol me energizan. Suspiro y el sonido del cierre de puertas del metro me saca de mi estado de ensueño. Son las 8:00 y tengo 1 hora para llegar a mi destino… mi trabajo.


A mi lado mucha gente se mira sin verse, caminan hacia el interior del carro apretándose unos contra otros, en una cercanía muy impersonal y que espantaría a los abuelos de mis padres. No creo que en su época hayan imaginado llegar a compartir su espacio personal con tanta gente extraña.


Espero que el metro no se detenga mucho rato en cada estación. Todas las mañanas se hace difícil llegar a la hora debido a estos imprevistos que se están volviendo tan comunes hoy en día. Cierro mis ojos y ahora veo una playa de arena blanca, agua turquesa y un atardecer de colores rojizos.


La frase “deje bajar antes de subir” que sale del parlante me vuelve a traer a la realidad. Me irrita que no me dejen soñar con la libertad que quisiera, así no sería tan tedioso el viaje.


– Permiso – dice una señora de grandes dimensiones, empujándome contra alguien a quien no puedo verle la cara.

– Disculpe – digo con humildad a quien he chocado involuntariamente.

–No se preocupe – dice una voz masculina.


Levanto la vista y le observo. Ojos color miel, piel blanca, cabello negro y desordenado… parecía salido de mis sueños de abstracción de los que me valgo para hacer una situación difícil más llevadera.


Sonrío, creo que me sonrojo y trato de alejarme unos centímetros. Pasamos la estación Macul y se abren las puertas. Más gente entra al carro y me pregunto si esto tendrá algún límite. Suspiro nuevamente y cierro mis ojos… ahora camino descalza por el pasto, siento el rocío del amanecer en mis pies, mis dedos se abren y cierran fascinados con la textura de la naturaleza.


–Córrase, hay más espacio en el medio – alega una mujer a otra que no parece inmutarse.


Qué lata que las personas escojan pelear tan temprano, ¿se darán cuenta que no sólo se echan a perder el día a sí mismas si no que a todos los que vamos dentro del carro? Cierro mis ojos y estoy balanceándome en una hamaca, tengo un libro en mis manos pero no lo leo, estoy mirando el cielo y el hermoso amanecer. No estoy sola, a mi lado hay un hombre que me acaricia el cabello con dulzura. Giro mi cabeza y lo veo… el mismo hombre de ojos color miel, piel blanca, cabello negro y desordenado del metro. Abro mis ojos asustada y él aún está a mi lado. Veo su reflejo en la ventana. ¿Cómo es que llegó a mis sueños?


Intento mirar a otra esquina del carro, pero la curiosidad me hace volver a buscarle en el vidrio. Ha cerrado sus ojos y aprovecho de observarle con mayor detención. Su cabello se mueve con el viento, me gusta el efecto que produce en su rostro, no se ve estresado. Cierro mis ojos y estoy sobre un bote, navegando en un lago, mis manos tocan el agua, mis dedos dibujan círculos en ella y escucho una risa encantadora, es de nuevo él sentado frente a mí en ese bote. Abro mis ojos y él habla por celular, se está riendo.


Suspiro extrañada porque ya se ha metido dos veces en mis sueños. ¿Qué se habrá creído?


Estación Grecia y más gente entra al carro. Está haciendo mucho calor e intento abrir la ventana. Dos manos me ayudan, es él.


–Gracias – le digo sonriendo y vuelvo a ponerme colorada.

–De nada – me dice.


Cierro mis ojos y estoy corriendo por un bosque de árboles frondosos, no puedo ver el cielo pero tengo claro hacia dónde voy. Alguien me persigue pero no tengo miedo, la sensación es placentera y me rio sin parar, con esas risitas nerviosas típicas de nuestro género. Unos brazos fuertes rodean mi cintura y me hacen girar, levanto la vista y le veo, es nuevamente él. Acaricia mi cabello, se acerca y me besa suavemente. No quiero despertar. Atrapo su mano y mis piernas flaquean, me palpita el corazón tan rápido que me cuesta respirar. Las mariposas en el estómago me hacen temblar. No quiero soltarlo, sólo quiero quedarme ahí en mi sueño, no quiero ir a trabajar, no quiero estar en el metro, no quiero la bulla de la gente, no quiero ese calor tan sofocante… sólo quiero gozar de ese momento tan mágico.


– Estación terminal Tobalaba, todos los pasajeros deben descender – dicen por el parlante del carro.


Abro mis ojos y con mucha vergüenza descubro que nuestras manos están entrelazadas. Él no se mueve, yo tampoco y nos miramos el uno al otro en el reflejo de la ventana. Se nos acerca un guardia de chaqueta amarilla, nos dice que tenemos que bajar. Me muevo hacia la puerta y salgo del carro, voy hacia la escalera y subo. Salgo de la estación y ojos color miel va mi lado, aún sin soltar mi mano.


FIN

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