Mi blog...

Por fin me he decidido a crear mi propio blog. Fue un paso difícil, principalmente por razones de tiempo pero ya estoy en la red. La finalidad de este espacio es compartir mis escritos y hacer comentarios respecto de lo que quiero expresar.

Estimados Navegantes, espero disfruten la visita por "mi esquina literaria" que también tiene otros temas que pueden ser de su interés. Mis saludos.


jueves, 2 de septiembre de 2010

El golpe

Rohir esperaba con paciencia que las luces se apagaran. Ocultos tras un árbol, él y Pelayo se preparaban para el gran golpe. De vez en cuando las luces de algún vehículo los ponía algo nerviosos, pero tan pronto se alejaba, volvían a concentrarse en el plan de ataque. Pelayo sacó un papel arrugado de su bolsillo el que tenía un dibujo. Sobre el esquema improvisado le indicó a Rohir por dónde entrarían. Este asintió y se frotó las manos en señal de ansiedad.

- Rohir, ahora no te pongas histérico, no es el momento - criticó Pelayo.
- Lo sé, lo siento... es que esto es tan extraño.
- Vamos, no te arrepientas, todo es perfecto, no podemos fallar.
- Sí, de acuerdo... voy a concentrarme, lo prometo.
- Más te vale - sentenció Pelayo.

Miraron nuevamente el reloj y por fin la última luz de la casa se apagó. Ahora era sólo cuestión de minutos.

Las 2 am y Pelayo dio la señal. Rohir respiró profundo y se colocó el pasamontañas en la cabeza. Comenzaron a caminar sigilosamente hacia la casa, siempre observando el entorno. Pelayo saltó la reja sin dificultad, mientras que Rohir, a causa de los nervios no logró coordinar la subida, rasgando sus jeans al pasar por una de las puntas del fierro. Pelayo le miró con expresión de disgusto.

- Lo siento - se disculpó Rohir en tono casi imperceptible.
- No voy a repetirlo, pon atención en lo que haces - susurró molesto Pelayo.

Esta vez Rohir sólo asintió y continuó su camino.

Llegando a la puerta, Rohir sacó un desatornillador junto con un alambre y forzó la chapa. Pelayo ingresó lentamente al living y encendió una linterna. Rohir entró tras él e intentó no perder distancia. Silencio absoluto dentro de la casa, los moradores parecían profundamente dormidos. Pelayo mostró a Rohir un par de candelabros de plata envejecida y otros artículos que estaban sobre la biblioteca. Este caminó lentamente hacia ellos y abriendo un bolso los colocó dentro. Pelayo ya había dado con la caja fuerte escondida detrás de un cuadro e indicó a Rohir que se acercara para abrirla. Del bolsillo de su pantalón, Rohir sacó un papel pequeño que contenía unos números y luego de repetirlos en susurro, comenzó el trabajo de abrir la pesada puerta de la caja moviendo la perilla con cuidado. A los minutos la tarea estaba realizada y Pelayo sacó los fajos de billetes desde su interior. Todo estaba saliendo a la perfección.

De pronto el leve sonido de unos pasos les erizó la piel. Habían sido descubiertos.

- No se muevan los weones, los estoy apuntando con una pistola - dijo una voz profunda en la oscuridad.

Rohir sintió un escalofrío recorriendo su espalda y comenzó a sudar. Pelayo permaneció inmóvil un par de segundos, pero una vez recuperado de la impresión, apagó la lintera, quitó la bolsa de las manos de Rohir y la lanzó con precisión propia de un profesional en dirección de quien les apuntaba con el arma. Apenas lo hizo, salió raudamente por la puerta con la bolsa de los billetes en sus manos y se perdió en la noche tan pronto saltó la reja. Rohir aprovechó también el momento para escapar, sin embargo, al llegar a la reja se dio cuenta que el cuerpo ya no le respondía. No se sintió capaz de saltarla, las piernas le pesaban y le faltaba el aire. Una fatiga enorme se apoderaba de él y cayó al suelo de rodillas... su corazón palpitaba lento, a pesar de toda la adrenalina del momento. Un dolor agudo punzaba en su estómago, así que puso su mano derecha sobre él. Con horror sintió la sustancia viscosa y su fuerte olor emanando desde su interior. Le habían disparado.

Cayó finalmente de espaldas y mientras continuaba luchando por captar un poco de aire, el atacante ya se encontraba a su lado y había retirado el pasamontañas de su rostro. Apuntó su cara con la linterna. A su lado había otra figura que Rohir reconoció de inmediato.

- Leticia, ¿no es este Rohir, tu pololo?

Con lágrimas en los ojos la muchacha asintió.

Rohir respiraba cada vez más pesado, miraba la reja y ya no sentía el frío suelo, parecía que flotaba. El aire era cada vez más escaso en sus pulmones y el ritmo de su corazón más lento. Estaba solo. Pelayo había escapado y ahora él también se había ido.

FIN

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