Mi blog...

Por fin me he decidido a crear mi propio blog. Fue un paso difícil, principalmente por razones de tiempo pero ya estoy en la red. La finalidad de este espacio es compartir mis escritos y hacer comentarios respecto de lo que quiero expresar.

Estimados Navegantes, espero disfruten la visita por "mi esquina literaria" que también tiene otros temas que pueden ser de su interés. Mis saludos.


martes, 4 de junio de 2013

La sesión

No siento mis pies y aún así no quiero abrir mis ojos. Esto tiene tintes de sobrenatural. Mi intuición dice que siga adelante y que no me mueva por ningún motivo. Sé que hay mucho más por experimentar.  El silencio lo envuelve todo y la sensación es cada vez más real. No comprendo por qué no me asusto si se trata de una experiencia desconocida. Es como si en mi interior supiese lo que vendrá.

Porfío y trato de mover mis manos pero no las siento. Lo mismo intento hacer con mis piernas pero no parecen estar ahí. Al menos ninguna de mis extremidades obedece mis deseos pero estoy lejos de preocuparme por eso.  En el espacio donde me encuentro no hay tiempo para las preocupaciones, al menos eso creo.

Me siento en un lugar acogedor, pleno de contención, donde espero con paciencia que algo suceda. De pronto mi mente aparece y recuerdo los pinchazos iniciales.  La piel sensible me los hace notar pero no duelen, sólo sé que están presentes en el mismo punto donde los puso mi terapeuta.

Mi cuerpo sobre la camilla no parece quejarse de todas esas agujas que me suspenden en el tiempo y en el espacio, en esta sensación nueva y fuera de lo usual.  Me acuerdo de la emoción que vine a buscar para erradicar, para sanar y liberar ese gran peso. Me da por revisar cada esquina de mi interior pero no la encuentro. Continúo mi búsqueda pero pronto me canso.

Respiro profundo y me siento a esperar con paciencia. Es como si estuviese en la mitad de algún camino y me detuviera a descansar. El cuerpo físico reacciona con espasmos leves de vez en cuando y me hacen preguntarme a mí misma cómo se mueve sin que se lo haya pedido. Empiezo a hacer un chequeo de todo mi ser y todo parece dormido. Pero estoy más despierta que nunca y no comprendo por qué.

De pronto una respiración profunda me hace reaccionar. Mi ser tangible está dormido y se hizo notar. Me sonrío sin mover mis labios y sigo a la espera de que algo suceda.  Un tarareo ingresando a la habitación me hace reaccionar nuevamente, es mi terapeuta avisando que ha ingresado y luego de unos segundos volverá a salir.

Al rato la respiración profunda gana otra vez y me quedo ahí, donde es maravilloso pernoctar, el oasis para cualquier viajero cansado al que las energías ya no le acompañan cuando lleva un viaje largo y agotador. Es el punto exacto para respirar profundo y sentir lo que haya que sentir.  Ya no me preocupa esa emoción que vine a erradicar, sólo disfruto sentirme en otro plano, en otro espacio donde no entran los cuestionamientos ni las sensaciones negativas. Ahí me quedo tranquilita, encantada de no escuchar teléfonos, reclamos, personas entrando y saliendo del espacio físico, nada que me lleve al estrés, nada que invada mi paz.

Luego percibo una presencia que me renueva, una figura de luz  ha aparecido en la habitación. No puedo verla porque mis ojos no responden a mi inicial deseo de abrirlos, pero puedo sentirla. Lleva sus luminosas manos y las pasa sobre todo mi ser tangible, como efectuando un escáner.  Siento el calor de su luz invadiéndome y lejos de sentir temor, la dejo hacer. Vino gentilmente a este espacio donde me encuentro para sanar y lo menos que puedo hacer es dejarla trabajar. Entonces siento que floto, me elevo sin dejar la camilla y me duermo profundamente.

El nuevo tarareo de mi terapeuta ingresando a la habitación me trae de vuelta. Dice mi nombre y me avisa que sacará las agujitas que tengo aún sobre mí. Respondo pero no recuerdo bien qué. Las saca con cuidado y aplica alcohol en los puntos donde aún quedan hilitos de sangre.  Comienzo a mover los dedos de las manos y de los pies. Mi cuerpo físico se despierta totalmente y ya estoy de regreso. Cuando me siento en la camilla y empiezo a gozar de la renovación corporal, me doy cuenta que no alcancé a despedirme de mi visitante.

FIN

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con cariño a mi querido terapeuta Antonio Arias

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